viernes, 24 de agosto de 2012

Guzmán: el Genio del Mal

Resulta curioso, dentro del contexto de las movilizaciones sociales en Chile de los últimos años, con la constante crítica del sistema, la falta de discusión relacionada al origen de los problemas y complejidades que enfrenta el Chile de hoy, y la aplicación de enfoques de corto plazo tanto a futuro como al pasado, por parte de los actores enfrentados, especialmente desde la derecha recalcitrante, y de los mismo líderes estudiantiles o sociales. La falta de conciencia histórica podría ser explicada por la misma educación imperante en Chile, eduación ejercida sobre toda la sociedad, basada en los mismos principios cortoplacistas del régimen económico imperante.
En este sentido, si bien observo que los dirigentes sociales tienen una idea de que los graves problemas que Chile enfrenta hoy provienen de las descisiones impuestas principalmente en la dictadura, falta una cohesión en el discurso para unir las piezas y llegar a las claves del entramado politico, económico y social que nos legó la Dictadura de Innombrable.
Dentro de todo esto, cabe señalar en partcular, la poca conciencia que tiene la moderna sociedad chilena del papel clave jugado por Jaime Guzmán, quizá, a mi gusto, el personaje más importante de la política chilena de los últimos 30 años. Y no lo digo por ser un admirador de él, si no que todo contrario, su legado, ocultado al gran público, es una de las grandes cartas que aún posee la derecha recalcitrante para mantener las bases del sistema.
Y tengo esperanzas de que en las próximas décadas los futuros historiadores sean capaces de develar el gran velo que oculta la obra de este siniestro personaje. ¿Quién era Jaime Guzmán? La respuesta usual de cualquier chileno promedio sería obvia "Ni idea...", pero saltándonos esa obvia respuesta, la siguiente sería “El fundador de la UDI, senador asesinado por terroristas en 1991”. Hasta ahí, nada tan espectacular, pero nos lleva a dos preguntas fundamentales: ¿Qué es la UDI? Y segundo ¿Porqué los asesinaron? Muchos pasan por alto la figura de Guzmán, a sabiendas o no, prefiriendo mantener la idea de un personaje de bajo perfil, de aspecto cobardón, con anteojos gigantes y esa voz delgada casi femenina que a primeras no asustaba a nadie. Esa es la imagen que recuerdo de mi infancia, imagen que he ido cambiando con los años a medida que conozca más el horroroso legado de su vida. Para mí es el personaje determinante de la realidad nacional actual. Muchos dicen que no, es Pinochet el personaje, que para bien o para mal, ha marcado el país a sangre y fuego. Puede ser, pero analizando las consecuencias de las cosas, Pinochet fué solamente la cortina de humo, el palo blanco, el instrumento utilizado por Guzmán para imponer su ideario político al resto del país. Ese mismo bajo perfil es lo que lo protege hasta el día de hoy, ya que finalmente él sería la mano negra, que desde las sombras, moldeó las estructuras fundamentales del Chile del siglo XXI. Nació un día cualquiera de 1946, en Santiago (Era que no...) en el seno de una influyente familia chilena. Formado en una profunda educación religiosa, se tituló de abogado en la Universidad Católica en 1968.
En su época de estudiante, se opuso al movimiento estudiantil de 1967 y hasta intentó tomarse la Universidad para revertir las reformas. De esa época se convertiría en el fundador del Gremialismo, la base política de la futura Unión Demócrata Independiente (UDI).
Sin embargo, su salto al olimpo de la historia chilena ocurriría junto al Golpe Militar de 1973. Llamado a la comisión Ortúzar, se le encomendó junto a otros intelectuales afines a la derecha tradicional, a redactar una nueva Constitución. Lo cual era obvio, el objetivo esgrimido por la Junta para justificar su actuar era “El orden institucional quebrantado”.
Y esta es la médula del asunto. ¿Qué entendía la derecha pinochetista por restaurar un orden institucional quebrantado? Necesariamente debemos hacer un breve repaso de la historia institucional de Chile.
Los sucesos de 1973 deben analizarse en retrospectiva: que ocurrió en las decadas anteriores en Chile para desencadenar lo sucedido. Desde mi particular punto de vista, el quiebre institucional al que alude la derecha no ocurrió en 1973. Ocurrió en 1925. Porque a partir de ese año las instituciones empiezan a cambiar de dirección, hacia un crecimiento social distinto al del siglo precedente, y que finalmente constrapuso las bases fundamentales en un enfrentamiento de sobrevivencia. Sobrevivencia de la clase dominate tradicional, obviamente.
El Chile previo al que me refiero no es otro que el creado por Diego Portales en la década de 1830. Las historia oficial nos habla que con él se acabo el período de anarquía, especialmente el desprestigiado federalismo, y a través del establecimiento de un régimen cuasi dictatorial, se “salvó” a Chile de los grandes problemas del resto de Latinoamérica: el caudillismo y el populismo. Teniendo en cuenta, que esta visión “oficial” de las cosas, es la que han escrito en los libros de historia los mismo historiadores afines a la aristocracia y la burguesía nacional.
La verdad es que los primeros cien años de Chile fueron una pugna entre liberales y conservadores, dos grupos provenientes de la misma clase dirigente, pero con ideas opuestas de como administrar el país. Para unos, un fundo patronal igual al régimen colonial, y para los otros, lo mismo, pero con una puerta de apertura a la democratización, laicisimo y educación de las masas. Varias guerras civiles en medio, finalmente los liberales logran la supremacía desde 1860, sólo para ser destruidos por el conservadurismo patronal, en aquél deleznable período de estancamiento social llamado “Parlamentarismo”. Que de parlamentario era una especia de sistema Westminster, pero sin la Cámara de los Comunes... sólo los “Lords” chilenos, conocidos por todos como los mismos de siempre.
El estancamiento propulsó el surgimiento de un movimiento obrero y campesino que llevaría el final de este régimen en 1925, inaugurando un nuevo período anárquico hasta la llegada de los gobiernos radicales, o sea, socialdemócratas que supusieron por fin, el avance social, político y económico que necesitaba el país desde hacía un siglo atrás. Especialmente la industrialización olvidada por siempre por los grandes propietarios.
Pero como todo, el sistema se agotó, llegando nuevamente la derecha al poder con Alessandri. Un gobierno que no aportó nada y no supo lidiar con las necesidades que exigía el país. Entendiendo que el país había avanzado, y que un conservadurismo anticuado sería incapaz de superar.
Es así como llega Frei padre a La Moneda, apoyado por todos en desmedro de la Izquierda, ya que con su discurso moderado, prometía realizar las grandes reformas requeridas por Chile. En especial, la olvidada reforma agraria.
Las reformas dejaron a la mitad del país ampliamente instisfecho, el bloqueo de los grupos oligárquicos y conservadores, incluyendo a la Iglesia, impidieron cumplir el grueso de las promesas, lo que posibilitó la llegada de la Unidad Popular al poder. La frustración de las masas es lo que instaló el socialismo en La Moneda. Ni Kruzhev, ni Fidel. La gente requería un cambio, y el socialismo era la alternativa aplazada desde 1931, en la efímera “República Socialista de Chile”.
Este ciclo de extremización de las posiciones se puede explicar por la necesidad imperiosa de cambios, enfrentada a una recalcitrante idea de impedirlo, por parte de la derecha mas extrema. La radicalización estaba a la vuelta de la esquina. Y lo que pudo haberse arregrado décadas atrás por alguna política mas consensuada, se transformo el la certeza de la derecha de enfrentarse a su propia extinción. Un miedo mas paranoico que real, pero que influyó en tomar el curso de siempre: llamar a la Milicia a poner orden. Como tantas veces.
Por lo tanto, este “quiebre institucional”, interpretado por la aristocracia y la burguesía como el quiebre del sistema que defendieron desde siempre, debía ser enmendado por una medida radical, tan radical como el quiebre al que se había llegado. Es así, como se determina que la solución, no era dar solución a las demandas que la sociedad requería desde hacía décadas, si no que “refundar” el país, desde sus cimientos, y con una base lo suficientemente sólida para trascender a cualquier gobierno futuro.
En mi opinión, básicamente, esto se tradujo en borrar, de un plumazo, todas las conquistas sociales, políticas y económicas del país desde 1830, que con tanto sudor y sangre la sociedad debió pagar, pero una refundación acorde a los nuevos tiempos, y con posibilidades de sobrevivir en el largo plazo.
Me referí al principio al régimen portaliano. Pues bien, no es desconocida la admiración que la comisión Ortúzar tenía por esa parte de la historia. La idea de “orden” portaliano, un gobierno fuerte, centralizado, un autoritarismo con ribetes “democráticos”, un presidencialismo que le otorga al mandatario las atribuciones de un cuasi-rey...
Usted está loco, me diría alguien: léan el preámbulo de la Constitucion original de 1980, y entenderá de lo que hablo.
Pero en 1973 se vivían nuevos tiempos. La sociedad patronal y rural de 1830 no existía, el campesinado había disfrutado la distribución de tierras de Frei y Allende, los socialdemócratas habían creado en los años 1940 y 1950 una base industrial, y la economía mundial vivía un proceso de integración económica a través del comercio, y financiero, producto del abandono de Nixon de los acuerdos de Bretton Woods. Había que considerar esa parte.
Es así como asistimos a un triple proyecto derechista en los año 1970. Inmediatamente el Sr.Escribá de Balaguer aparece en Chile a plantar la semilla de su organización religiosa, el Opus Dei. Se abren de par en par las puertas a los Chicago Boys, para instaurar un nuevo régimen económico. Tiempo después Friedmann y Hayek aparecerían en persona a "aconsejar" a los nuevos gobernantes. Y se crea la comisión Ortúzar, destinada a dar el marco legal para soportar el nuevo Chile que se estaba creando: Conservador en su política, Neoliberal en su economía y retrógrado en su moralidad.
Y así es como aparece la figura de Jaime Guzmán, llamado ser el pegamento que amalgamaría esta triple fundación.
Todos conocemos la actuación de Pinochet. El sería el perro guardián del nuevo sistema, en encargado de dar “tranquilidad” a la oligarquía mientras ellos enunciaban su nueva obra.
Pero el estaría lejos de ser el ideólogo.
Guzmán, es finalmente, la clave para entender a la derecha y el sistema político de hoy, esa moralidad religiosa conbinada con el sistema economico mas injusto, justificado y defendido por el régimen político y legal creado por ellos mismos.
Posterior al cuestionado plebiscito de 1980, sin observadores electorales, sin colegio electoral, sin padrón, Guzmán se dedicaría a crear el mecanismo que se encargara de proteger políticamente su obra. Legalmente, ya estaba asegurado, pero necesitaba organizar en el largo plazo los defensores de la Constitución y el entramado económico-legal de la dictadura. Y esta organización no es otra que la UDI.
Y el mecanismo para perpetuar la UDI y evitar el fin del régimen... el sistema binominal, invento único y diabólicamente genial.
Recordado es el vínculo entre el gremialismo y la Colonia Dignidad de Paul Schaeffer. Y ahí él daba clases a sus acólitos, los futuros soldados del ejército político que es la UDI.
Han pasado mas de veinte años desde la salida de Pinochet. Una salida consensuada, con el dictador saliendo sonriente de La Moneda. Técnicamente, solamente cruzó la calle. Atravesó la Alameda de Santiago y entró a la Comandancia en Jefe del Ejército, justo al frente. Veinte años en que se han realizado avances, meros maquillajes que en algo han ayudado, pero en ningún caso, han cambiado las bases del sistema.
Por todo eso, Jaime Guzmán es el más grande genio político de los últimos 40 años. Y a veinte años de su muerte, seguimos viviendo, respirando y soportando el régimen que él instauró.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario