miércoles, 19 de septiembre de 2012

El Chile que es y el que nos quieren vender

Septiembre es el mes de la patria, el anticucho, la cueca, el terremoto y el buen asado. Te Deum evangélico, católico, hebreo, musulmán, y un cuantohay, fondas oficiales y Parada Militar. Frases de buena crianza, llamados a la unidad nacional, a respetar y conservar nuestras tradiciones. Sin embargo, también es el mes de conmemoración del infame Golpe Militar, con las consabidas escenas de violencia en las poblaciones periféricas de Santiago y las capitales regionales, y la aparición de los gobernantes de turno horrorizados, rasgando vestiduras por “estos hechos de violencia incomprensible”.
Lo que realmente me parece incomprensible, es que a dos años ya del Bicentenario, aún no haya una reflexión seria y profunda de lo que han significado dos siglos de vida política “independiente”, una reflexión profunda de la historia de la República de Chile, las motivaciones que nos llevaron a la independencia, la forma elegida para organizar la República, los conflictos ocurridos desde el momento mismo de la independencia, y lo mas importante, cual es el ideario elegido para forjar nuestra conciencia nacional y social.
Mucha fiesta y celebración, jolgorio y por un momento, olvidar por un instante los problemas de la vida y hacernos, y con mucha razón, un merecido paréntesis. Pero una vez bailadas las últimas cuecas, las últimas cumbias, los últimos conchos de las botellas, quedamos ahí, y nuestras autoridades, ya sean rojos, amarillos o rayados, haciendo todo lo posible por excacerbar la celebración, y nada más.
Se nos indica a diario que debemos estar orgullosos de nuestras tradiciones republicanas, nuestra cultura, alegrarnos y agradecer por la sensación de orden que tenemos, nuestra moral intachable, y las odiosas comparaciones con el vecindario, lleno de caciques, populismo y caudillismo. “Estamos mejor que nadie”, “Nos falta poco para ser desarrollados”, y un eterno etcétera, etcétera, etcétera.
Para el bicentenario, el gran proyecto del gobierno fué construir aquél falo gigante, fiel representante de la megalomanía de muchos, para sostener nuestra bandera en plena Alameda de Santiago. Y por otro lado, el empresariado, representado por Horst Paulmann, construye otra gran falo en pleno Providencia, para demostrar a través de él, el poder y la gloria del éxito empresarial de Chile.
Muchos se preguntan, que diablos quieren demostrar. Una bandera gigante no nos hará mas patriotas, ya todos amamos la bandera y la colocamos en nuestro hogar. Para que la megalomanía de Paulmann, todos sabemos que el empresariado está nadando en doblones de oro.
Me detengo en la bandera. ¿Qué representa? Unos dirán, la República, el estado unitario, la independencia. Otros dirán, la sangre araucana, el azul del cielo y la nieve cordillerana. ¿Qué representa el 18 de septiembre? Ya me detuve hace un tiempo en varios post, englobados en este blog llamado “Chile, un estado, varias naciones”. Ya hablé de “Una identidad nacional dirigida”, “La destrucción de América”, “Sanchez símbolo del neoliberalismo” y “Guzmán el genio del mal”. Ya que estamos en septiembre, trato de invitar al lector a la reflexión. ¿Que es Chile? ¿Que representa nuestra bandera? ¿Somos una sociedad homogéna y cohesionada? ¿Somos un mosaico de culturas englobadas en un solo ideal ficticio?
Cada cual puede tener su propia respuesta. Pero una buena respuesta debe considerar la revisión de toda nuestra historia, desde un punto de vista crítico, no una repetición eterna de las mismas consignas manoseadas y repetidas hasta el cansancio. Si desconocemos nuestra historia, nuestro pasado, malamente entenderemos el presente que vivimos, y aún menos, intuir el futuro que nos espera. Chile está lleno de desafíos, muchos de ellos olvidados por 202 años de historia oficial y dirigida, otros latentes por décadas y acallados por esa noción de “El orden por sobre todo”. Tenemos el centralismo eterno de nuestra nación, la concentración económica, el conflicto con los pueblos originarios, la educación, el derecho a una salud y pensiones decentes, el uso de los recursos nacionales, la proyección económica al futuro, la viabilidad de la República de Chile como un país real e integrado. Todos temas acallados por mantener “El orden”, sin entender que el orden se construye entre todos: Un orden justo, es la mejor garantía para construir una sociedad pacífica e integradora.
¿Que queremos de Chile en el futuro? ¿Que todo siga igual? Puede ser. Pero ¿Estamos conformes con lo que tenemos, lo que se ha construido los últimos 202 años? Si queremos ser algo, pienso que debemos aspirar a cosas mas grandes. No mas mediocridad y chaqueteo. El conformismo, basado en lo lleno que estén nuestros estómagos, no es suficiente para construir una sociedad. Ya basta de ideales falsos, y construcciones sociales de cartón. Y no hablo del nacionalismo chovinista que pulula en las cúpulas políticas de la derecha y la izquierda. La segregación ha sido el pegamento que nos ha definido por demasiado tiempo, y la autosegregación, que ha moldeado nuestras mentes por generaciones, que es aún peor. Porque solamente mantenemos la desconfianza y el resentimiento, desde arriba hacia abajo, desde abajo hacia arriba, desde izquierda a derecha, y de derecha a izquierda.
Y no sólo es dinero. No solo los bienes materiales. El alma nacional está mal alimentada, vacía, transversalmente desde el segmento ABC1 hasta el E. Llenamos nuestro corazón con satisfacciones materiales, conquistas económicas y el ego del éxito financiero, con el siguiente menosprecio a quienes, por cualquier motivo, no lo alcanzan. Lo único que hacemos es jerarquizarnos, competir, ser mejor que los demas, sin importarnos los heridos que dejamos en el camino. Heridas que, en un círculo vicioso, solamente generan aún mas desconfianza, resentimiento y odio, contenido por el estado de derecho, y que explota con violencia en cada fecha sensible del calendario.
Esa es mi reflexión particular. Celebremos nuestra fiesta nacional, integrando a toda la nación, o todas las naciones que seamos, todos los que vivimos bajo esta bandera. El Chile de verdad que va mas allá de las empanadas, la chicha dulce o los asados a la parrilla. Ese Chile, mas allá de Lampa por el norte, y mas allá de Buin, por el sur. El egoísmo económico que nos ha sido enseñado e impregnado por generaciones, debe desaparecer. Todos debemos trabajar, pero todos tenemos derecho a disfrutar del éxito de nuestro trabajo. Caminemos de la mano, sin dejar a nadie en el camino. No demos pescado, pero enseñemos a pescar. Que los incentivos sean los correctos, que la satisfacción vaya mas allá de los billetes a fin de mes. Una ganancia inmaterial que nuestra alma nacional necesita desesperadamente.
Sigamos trabajando, sigamos compitiendo, pero sin olvidar que si eliminas a tu contendor, se acaba el juego. Y si lo humillas, algún día se vengará de tí. No desprecies al derrotado, ayúdalo a ser mejor. No te rías del ignorante, enséñale. Quizá, con eso terminamos con Chile. Pero tal vez, eso sería realmente iniciar un nuevo Chile.
Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores, dijo alguién por ahí. Ricos y pobres, civiles y militares, Chile es uno solo, dijo otro.
Superemos el tránsito salvaje del neoliberalismo. Forjemos una sociedad mejor, pero para ello, forjémos nosotros mismos. El resultado puede ser menos alentador en el corto plazo, menos rentable, pero de todas formas, será mucho mas sólido pensando en el tricentenario, si es que realmente queremos llegar a él.